La custodia desde el punto de vista de los procesos de familia significa el cuidado cotidiano del menor, la atención diaria de los niños en todos sus aspectos, llevarles y recogerles del colegio, asistir a las tutorías y realizar el seguimiento escolar necesario, hacer los deberes, acudir a las revisiones médicas, encargarse de su alimentación y vestido, hacerles la comida, la cena, etc. En definitiva, cuidar y custodiar a los menores en todos aquellos aspectos ordinarios de su vida.
Y la custodia compartida supone que ambos progenitores asumen por igual la realización de todas las funciones anteriormente indicadas.
En la actualidad, el cambio social existente, con la incorporación de la mujer al mercado laboral, ha supuesto que ambos progenitores colaboren y/o compartan todos estos cuidados, asumiendo cada progenitor unos roles para el cuidado de sus hijos. Y esta realidad social se ha plasmado en los Juzgados, quienes, hace unos años, otorgaban la custodia de los hijos habitualmente a las madres, por ser quienes ejercían el cuidado de los hijos y, en la actualidad, comienzan a otorgar la custodia compartida para el cuidado conjunto de los niños por ambos progenitores, siempre y cuando ambos padres sean idóneos y hayan realizado dichas funciones o incluso, se otorga, cuando el padre tiene la voluntad de asumirla y la disponibilidad para ello.
Esta situación judicial es fruto de la firme apuesta del Tribunal Supremo por la custodia compartida, aún en contra de lo dispuesto por el legislador, quien todavía no se ha atrevido a modificar el Código Civil, y contemplar en la actualidad que la custodia compartida es «excepcional». El Tribunal Supremo entiende que la custodia compartida es la situación más beneficiosa para los menores, siempre que concurran las circunstancias adecuadas, y por el bien de los hijos, quienes disfrutarán de ambos progenitores y serán cuidados por sus padres, evitando un sentimiento de pérdida en los llamados padres meramente “visitadores.”
